La vida nos pide constantemente: "¡Participa!". La participación es necesaria para nuestra alegría, pero también para nuestra protección. Quien se desentiende delante de las barbaridades que ve, está prestándole servicio a la fuerza de las tinieblas, y esto le será cobrado algún día.
Hay momentos en que evitamos la lucha, bajo los más diversos pretextos: serenidad, madurez, miedo al ridículo. Vemos la injusticia haciéndose próxima a nosotros, y nos quedamos callados. "No me voy a meter en todas las peleas", explicamos.
Esto no existe. Quien recorre un camino espiritual, carga consigo un código de honor que debe ser cumplido.
La voz que clama contra lo que está mal siempre es oída por Dios.
Si nuestro hermano no tiene más fuerzas para reclamar, es nuestro turno de hacerlo por él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario