martes, 19 de marzo de 2013

La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire

     Se estima que fueron seiscientas las mujeres que combatieron en la guerra civil norteamericana. Se alistaron disfrazadas de hombres. Ahí Hollywood, por lo que a ellas respecta, ha ignorado todo un episodio cultural. ¿Es acaso un argumento demasiado complicado desde un punto de vista ideológico? A los libros de historia siempre les ha resultado difícil hablar de las mujeres que no respetan la frontera que existe entre los sexos. Y en ningún otro momento esa frontera es tan nítida como cuando se trata de la guerra y del empleo de las armas.
     No obstante, desde la Antigüedad hasta la época moderna, la historia ofrece una gran cantidad de casos de mujeres guerreras, esto es, amazonas. Los ejemplos más conocidos ocupan un lugar en los libros de historia porque esas mujeres aparecen como “reinas”, es decir, representantes de la clase reinante. Y es que, por desagradable que pueda parecer, el orden sucesorio coloca de vez en cuando a una mujer en el trono. Como la guerra no se deja conmover por el sexo de nadie y tiene lugar aunque se dé la circunstancia de que un país esté gobernado por una mujer, a los libros de historia no les queda más remedio que hablar de toda una serie  de reinas guerreras que, en consecuencia, se ven obligadas a aparecer como si fueran Churchill, Stalin o Roosevelt. Tanto Semíramis de Nínive, que fundó el imperio asirio, como Boudica,  que encabezó una de las más sangrientas revueltas británicas realizadas contra el Imperio romano, son buena muestra de ello. A esta última, dicho sea de paso, se le erigió una estatua junto al puente del Támesis, frente al Big Ben. Salúdala amablemente si algún día pasas por allí por casualidad.
     Sin embargo, los libros de historia se muestran por lo general muy reservados con respecto a las mujeres guerreras que aparecen bajo la forma de soldados normales y corrientes, esas que se entrenaban en el manejo de las armas, formaban parte de los regimientos y participaban en igualdad de condiciones con los hombres en las batallas que se libraban contra los ejércitos enemigos. Pero lo cierto es que siempre han existido: apenas ha habido una sola guerra que no haya contado con participación femenina.


     
     Una ley irlandesa del año 697 prohíbe que las mujeres sean militares, lo que da a entender que, antes  de ese año, las mujeres fueron militares. Los pueblos que en distinto momento de la historia han tenido mujeres soldado son, entre otros, los árabes, los bereberes, los kurdos, los rajputas, los chinos, los filipinos, los maoríes, los papúas, los aborígenes australianos y los micronesios, así como los indios americanos. 

     Hay una rica flora de leyendas sobre las temibles guerreras de la Grecia antigua: historias que hablan de mujeres que, desde su más tierna infancia, fueron entrenadas en el arte de la guerra y el manejo de las armas, así como adiestradas para soportar toda clase de sufrimientos físicos. Vivían separadas de los hombres y se fueron a la guerra con sus propios regimientos. Los relatos contienen a menudo pasajes en los que se insinúa que vencieron a los hombres en el campo de batalla. Las amazonas son mencionadas en la literatura griega en obras como La Ilíada de Homero, escrita más de setecientos años antes de Cristo.
    También fueron los griegos los que acuñaron el término amazona. La palabra significa literalmente “sin pecho” porque, con el objetivo de que a las mujeres les resultara más fácil tensar el arco, les quitaban el pecho derecho. Aunque parece ser que dos de los médicos griegos más importantes de la historia, Hipócrates y Galeno, estaban de acuerdo en que es tipo de operación aumentaba la capacidad de usar armas, resulta dudoso que, en efecto, se les practicara. La palabra encierra una duda lingüística implícita, pues no queda del todo claro que el prefijo “a” de amazona signifique en realidad “sin”; incluso se ha llegado a sugerir  que su verdadero significado sea el opuesto: que una amazona fuera una mujer con pechos particularmente grandes. Tampoco existe en ningún museo ni un solo ejemplo de imagen, amuleto o estatua que represente a una mujer sin el pecho derecho, cosa que, en el caso de que la leyenda sobre la extirpación  del pecho hubiese sido cierta, debería haber sido un motivo más que frecuente de representación artística.

     En el siglo I a.C, el historiador Diodoro de Sicilia (considerado por otros historiadores como fuente poco fiable) describió a unas amazonas que vivían en Libia, nombre con el que se conocía en la época a la zona de África del norte que quedaba al oeste de Egipto. Este imperio de amazonas era mujeres podían ocupar cargos públicos, incluidos los militares. Cuenta la leyenda que aquel territorio fue gobernado por una reina llamada Myrina que,  acompañada de treinta mil mujeres soldados de infantería y tres mil de caballería, arrasó Egipto y Siria y llegó hasta el mar Egeo venciendo a un buen número de ejércitos de hombres que le salieron al paso. Cuando la reina Myrina fue finalmente derrotada en la batalla su ejército se dispersó. Sin embargo el ejército de Myrina dejó huella en la región: después que los soldados de Anatolia fueran aniquilados en un enorme genocidio, las mujeres del lugar se levantaron en armas para aplastar una invasión procedente del Cáucaso. Esas mujeres eran entrenadas en el manejo de todo tipo de armas, entre ellas el arco, la jabalina, el hacha y las lanzas. Copiaron de los griegos las cotas de malla de bronce y las armaduras.
     Rechazaban el matrimonio por considerarlo una sumisión. Para procrear se les concedía un permiso durante el cual se acostaban con una serie de hombres elegidos al azar y de pueblos cercanos. Sólo la mujer que había matado a un hombre en la batalla tenía derecho a perder su virginidad.

     A pesar de la rica flora de leyendas que circula sobre las amazonas de la Grecia antigua, de América del sur, de África y de otros lugares, tan sólo existe un único ejemplo histórico de mujeres guerreras que esté documentado. Se trata del ejército del pueblo fon, en Dahomey, al oeste de África, la actual Benín.

     Estas mujeres guerreras nunca han sido mencionadas en la historia militar oficial. Tampoco se ha rodado ninguna película romántica sobre ellas, y si hoy en día aparecen en algún lugar lo hacen, como mucho, en forma de históricas y borradas notas de página. El único trabajo científico que se ha hecho sobre estas mujeres es Amazons of Black Sparta, del historiador Stanley B. Alpern (Hurst & Co Ltd, Londres, 1998).
     Aún así, se trataba de un ejército que se podía medir con cualquiera de los ejércitos de soldados de elite que las fuerzas invasoras tuvieran.
     No ha quedado del todo claro cuándo se creó el ejército femenino del pueblo fon, pero ciertas fuentes lo fechan en el siglo XVII. En un principio era una guardia real, pero evolucionó hasta convertirse en un colectivo militar compuesto por seis mil soldados mujeres que tenían un estatus semidivino. Su objetivo no era decorativo. Durante más de doscientos años constituyeron la punta de lanza  que los fon utilizaron contra los colonizadores europeos que los invadieron. Eran temidas por los militares franceses, que fueron derrotados en varias batallas campales. El ejército femenino no pudo ser vencido hasta 1892, cuando Francia envió por mar tropas modernas compuestas por artilleros, legionarios, un regimiento de la infantería de marina y la caballería.
     Se desconoce cuántas de esas guerreras cayeron en el campo de batalla. Durante varios años los supervivientes continuaron haciendo su particular guerrilla y algunas veteranas de ese ejército fueron entrevistadas y fotografiadas en una década tan reciente como la de los años cuarenta.





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