La
libertad aún sigue siendo lo que más aprecio en este mundo. Claro que eso me
llevó a beber vinos que no me gustaron, a hacer cosas que no debería haber
hecho y que no volveré a repetir, a tener muchas cicatrices en mi cuerpo y en
mi alma, a herir a alguna gente, a la cual acabé pidiendo perdón, en una época
en la que comprendí que podía hacer cualquier cosa, excepto forzar a otra
persona a seguirme en mi locura, en mi sed de vivir. (23)
Libertad.
Libertad para estar miserablemente solo. (24)
Cuando
alguien parte es porque otro alguien va a llegar. (29)
Libertad
no es la ausencia de compromisos, sino la capacidad de escoger y comprometerme
con lo que es mejor para mí. (31)
El ser
humano tiene dos grande problemas: el primero es saber cuándo comenzar, y el
segundo es saber cuándo parar. (42)
Las
cosas templadas no afectan al paladar. (47)
Cuando
la gente nos elogia, debemos tener cuidado con nuestro comportamiento [...],
acabarás creyendo que eres mejor de lo que piensas, te dejarás dominar por un
sentimiento de seguridad, que puede ser muy peligroso. (76)
Bienaventurados
los que no tienen miedo de esconder aquello que no saben. (88)
En el
momento en el que las personas deciden afrontar un problema, se dan cuenta de
que son mucho más capaces de lo que piensan. (133)
Historia del campesino, el portero y el racimo de uvas.
Una mañana, un campesino llamó con fuerza a la puerta de un convento. Cuando el hermano portero abrió, él le tendió un magnífico racimo de uvas.
- Querido hermano portero, éstas
son las más bellas uvas producidas por mi viñedo. Y vengo aquí a ofrecerlas.
- ¡Gracias! Voy a llevárselas
inmediatamente al Abad, que se pondrá contento con esta ofrenda.
- ¡No! Las he traído para ti.
- ¿Para mí? Yo no merezco tan
bello regalo de la naturaleza.
- Siempre que he llamado a la
puerta, has abierto tú. Cuando necesité ayuda porque la cosecha había sido
destruida por la sequía, tú me dabas un trozo de pan y un vaso de vino todos los
días. Yo quiero que este racimo de uvas te traiga un poco del amor del sol, de
la belleza de la lluvia y del milagro de Dios.
El hermano portero puso el racimo enfrente de él y se pasó
la mañana entera admirándolo: era realmente hermoso. Por ello, decidió
entregarle el regalo al Abad, que siempre lo había estimulado con palabras de
sabiduría.
El Abad se puso muy contento con las uvas, pero recordó que
había en el convento un hermano que estaba enfermo, y pensó:
- Voy a darle el racimo. Quién sabe, puede traerle alguna alegría
a su vida.
Pero las uvas no permanecieron mucho tiempo en el cuarto del
hermano enfermo, porque éste reflexionó:
- El hermano cocinero ha cuidado de mí, me ha alimentado con
lo mejor que hay. Estoy seguro de que esto lo hará muy feliz.
Cuando el hermano cocinero apareció a la hora de comer para llevarle su comida, él le dio las uvas.
- Son para ti. Como siempre estás en contacto con los
productos que la naturaleza nos ofrece, sabrás qué hacer con esta obra de Dios.
El hermano cocinero se quedó deslumbrado con la belleza del
racimo e hizo que su ayudante se fijase en la perfección de las uvas. Eran tan
perfectas que nadie las iba a apreciar mejor que el hermano sacristán,
responsable de la custodia del Santísimo Sacramento y que muchos, en el monasterio,
veían como un hombre santo.
El hermano sacristán, a su vez, le regaló las uvas al
novicio más joven, de modo que éste pudiese entender que la obra de Dios está
en los menores detalles de la Creación.
Cuando el novicio lo recibió, su corazón se llenó de la
Gloria del Señor, porque nunca había visto un racimo tan bonito. Al mismo tiempo,
se acordó de la primera vez que había llegado al monasterio y de la persona que
le había abierto la puerta; había sido ese gesto el que le había permitido estar
ese día en aquella comunidad de personas que sabían valorar los milagros.
Así, poco antes de caer la noche, le llevó el racimo de uvas
al hermano portero.
- Come y que te aproveche. Pasas la mayor parte del tiempo
aquí solo, y estas uvas te harán mucho bien.
El
hermano portero entendió que aquel regalo estaba realmente destinado a él,
saboreó cada una de las uvas de aquel racimo y durmió feliz. De esta manera, el
círculo se cerró; un círculo de felicidad y alegría, que siempre se extiende en
torno al que está en contacto con la energía del amor. (137-138)
Las
cosas importantes siempre quedan, lo que se va son las cosas que juzgábamos
importantes pero que son inútiles. (210)
Por eso
es tan importante dejar que ciertas cosas se vayan. Desprenderse. La gente
tiene que entender que nadie está jugando con cartas marcadas, a veces ganamos
y a veces perdemos. No esperes que te devuelvan algo, que te reconozcan tu
esfuerzo, que descubran tu genio, que entiendan tu amor. Cerrando ciclos. No
por orgullo, por incapacidad o por soberbia, sino porque simplemente aquello ya
no encaja en tu vida. Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la casa, sacude
el polvo. Deja de ser quien eras y transfórmate en quien eres. (216)
Siempre
hay un acontecimiento en nuestras vidas que es el responsable del hecho de que
hayamos dejado de progresar. (239)