Cuando
estás mal, cuando lo ves todo negro, cuando no tienes futuro, cuando no tienes
nada que perder, cuando… cada instante es un peso enorme, insostenible. Y
resoplas todo el tiempo. Y querrías liberarte como sea. De cualquier forma. De
la más simple, de la más cobarde, sin dejar de nuevo para mañana este
pensamiento: “Ella no está”. Ya no está. Y entonces, simplemente, querrías no
estar tampoco tú. Desaparecer. Sin demasiados problemas, sin molestar. (7)
Sólo
adviertes la maravilla de un amor cuando ya lo has perdido. (13)
No hay
nada peor que quien espera algo… y no encuentra nada (19)
La
sintonía es algo que tiene que ver con la música. O peor aún, con los
circuitos. El amor, en cambio, es cuando no respiras, cuando es absurdo, cuando
echas de menos, cuando es bonito aunque esté desafinado, cuando es locura…
cuando sólo de pensar en verla con otro cruzarías a nado el océano. (26)
Basta.
Estoy fuera. De los recuerdos. Del pasado. Pero también estoy perdido. Antes o
después las cosas que has dejado atrás te alcanzan. Y las cosas más estúpidas,
cuando estás enamorado, las recuerdas como las más bonitas. Porque su
simplicidad no tiene comparación. Y me dan ganas de gritar. (72)
El amor
es cuando haces una locura, como esa inscripción del puente. “Tú y yo…A tres
metros sobre el cielo”. Eso, es amor. (92)
Nosotros
nos sonreímos aún un momento, ella da otro mordisco a su bola de arroz y yo
intento besarla…y después, pluf, precisamente como la nieve, también este
recuerdo se deshace. No hay nunca un porqué para un recuerdo; llega de repente
así, sin pedir permiso. Y nunca sabes cuándo se marchará. Lo único que sabes es
que lamentablemente volverá. Aunque por lo general son instantes. Y ahora sé
cómo hacerlo. Basta con no detenerse demasiado. En cuanto llega el recuerdo,
hay que alejarse rápidamente, hacerlo en seguida, sin miramientos, sin
concesiones, sin enfocarlo, sin jugar con él. Sin hacerse daño. Así, mucho
mejor (178)
-
Gin…
-
¿Sí?
-
No me dejes…
Y no sé
por qué pero lo digo. Y casi me arrepiento. Y ella se queda un momento en
silencio. Después se separa de mí y me mira curiosa. Luego lo dice despacio,
casi susurrándolo:
-
Tiraste al río la llave del candado.
Después,
cariñosa, coge mi cabeza entre sus manos y me mira. No es una pregunta. No es
una respuesta. Después me da un beso y otro, y otro más. Y no dice nada más.
Sólo me sigue besando. Y yo sonrío, y acepto encantado esa respuesta. (381)
Nos
reímos, y seguimos riéndonos así. Hablando sin saber muy bien de qué ni por
qué. Después decidimos colgar, prometiendo que nos llamaremos mañana. Es una
promesa inútil: lo hubiéramos hecho de todos modos. Cuando pierdes tiempo al
teléfono, cuando los minutos pasan sin que te des cuenta, cuando las palabras
no tienen sentido, cuando piensas que si alguien te escuchara creería que estás
loco, cuando ninguno de los dos tiene ganas de colgar, cuando después de que
ella ha colgado compruebas que lo haya hecho de verdad, entonces estás perdido.
O mejor dicho, estás enamorado, lo que, en realidad, es un poco lo mismo… (415)